Antonio Magaña.
Los peligros de un terremoto no se pueden aminorar, los riesgos sí. El terremoto del 19 de septiembre de 1985 fue devastador.
No se sabe a ciencia cierta el número de muertos, pero, nadie se imaginaba que, un 19 de septiembre del 2017, un 19 de septiembre, se presentaría otro movimiento de tierra tan violento como el de 1985.
Las leyes de la tierra son inexorables. La cornucopia mexicana está asediada por cinco placas tectónicas y cientos de fallas que se deslizan caprichosas e impredecibles.
Como en el juicio final, nadie sabe el día ni la hora en que se presentara un terremoto. Hay que estar preparados: linternas, comida enlatada, botiquín de primeros auxilios, detectar los sitios seguros, el radio de pilas…los riesgos se pueden aminorar, el peligro no.
Los terremotos son fenómenos naturales repentinos, poderosos, incontrolables. Provocan daños materiales, hieren y matan.
No son inhumanos, ni supra humanos, son A humanos, están fuera del control de los humanos; dependen de los intestinos, del corazón, de los pulmones, riñones e instintos raros de nuestra madre tierra.
Cuando padecemos un terremoto, surge la angustia, el miedo y la impotencia ante lo incomprensible. Cuando tiembla nos percatamos de lo frágiles que somos; caemos en cuenta que somos casi nada ante las leyes de la tierra y el cosmos.
Un día vendrá otro terremoto en las Californias. No lo olvidemos, el peligro está latente, no se puede disminuir, los riesgos sí, siempre y cuando nos preparemos para lo inevitable.