Trump es un maestro de la posverdad.
En una polémica decisión, las televisoras, el internet y las redes sociales dejaron de trasmitir sus mentiras, restringiéndole su derecho a expresarse.
ABC, CBS y NBC cortaron su discurso, en horario de máxima audiencia, por acusar a Joe Biden de fraude electoral sin presentar pruebas.
Fox News, la referencia informativa del partido republicano, emitió su alocución completa, pero lo desmintió.
Con esa exclusa, los medios se convirtieron en una de las salvaguardas de la democracia, evitando el malicioso intento de deslegitimar la elección.
Al unísono, interrumpieron su discurso del fraude, embuste con el que azuzó a sus seguidores desde antes de la elección.
Sus mentiras cayeron esta vez en terreno flojo, pues no fueron respaldadas ni por los republicanos.
Como buen demagogo y populista, Trump es un maestro de la posverdad, de difundir noticias falsas como si fueran reales, de crear ficciones y de creer en ellas.
El Diccionario de la Real Academia, define a la posverdad como una distorsión deliberada de la realidad, que manipula creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.
Trump descalifica y acusa a sus enemigos de corruptos, delincuentes, comunistas y tramposos sin presentar pruebas.
Repite, una y otra vez sus falsedades, con tal aplomo que aparentan ser verdades.
Dice perogrulladas que a la gente de a pie le gusta oír, verbigracia “México pagará el muro”.
Por fortuna para el mundo, las posverdades del Bad Hombre duraron sólo cuatro años.
La democracia, que no es perfecta, trajo a esta anomia de la política y ella misma se encargó de llevársela.
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